Padel World Press .- Vaya por adelantado que la opinión que verteré en este artículo es estrictamente personal, claramente cuestionable y minoritaria pero, a pesar de ello, es uno de los pilares de mi pensamiento deportivo… Estoy en contra del coaching. Sí. A cualquier edad y en cualquier circunstancia. La razón es, bajo mi punto de vista, muy clara y fácil de explicar. Vamos a ello.

Las cualidades que definen a un jugador/a son varias y las podemos resumir en las siguientes condiciones: técnicas, tácticas, estratégicas, físicas y psicológicas.

Cuando una pareja de jugadores/as se enfrenta a otra, luchamos con nuestras armas contra las de los nuestros rivales. Unos tienen una técnica exquisita que otros compensan con una gran fortaleza física o mental. Unos son grandes estrategas y otros basan su juego en sus golpes. Cada uno utiliza sus armas de la mejor manera posible. De la misma forma, nos dedicamos a explotar las carencias de los contrincantes, intentando incidir en aquello que más les duele.

Y aquí viene el quid de la cuestión. Imaginad que yo soy un jugador con una excelente técnica en todos los golpes pero con un remate muy malo; con una capacidad psicológica extraordinaria que me hace ser una roca mentalmente y un gran analista de por dónde encaminar el juego, amén de tener una condición física envidiable ¿Alguien vendrá en mi ayuda cuando me tiren un globo? ¿Acaso alguien entrará, cogerá mi pala y rematará por mí? ¿Tendré a mi Lamperti privado esperando en una silla a que me tiren un globo para rematar uno de aquellos golpes que te dejan helado? No, nadie acudirá a nuestro auxilio.

Sin embargo, si soy el mismo jugador pero con el remate de Lamperti y con una nula capacidad de análisis de los partidos, sí puedo tener a un señor/a que me vaya diciendo lo que debo hacer ¿Por qué esa discriminación? ¿Por qué en algunas facetas de mi juego me pueden ayudar de manera constante y en otras no? ¿Por qué no puedo doparme en medio de un partido si mi condición física es un desastre, pero, sin embargo, si me hundo en la miseria una persona desde fuera me puede dar ánimos? ¿Por qué mis rivales tienen que tener a alguien que les ayude en facetas en las que yo me apaño estupendamente solito y, sin embargo, nadie palía mis carencias?

Es un completo disparate totalmente discriminatorio con aquellos que basan su juego en aprender su esencia y en su fuerza mental.

Y ojo, no quiero restar importancia a la labor de los entrenadores, justo al contrario. Sin coaching, el entrenador debería hacer un esfuerzo extra de preparación táctica y psicológica con sus pupilos. Prepararlos para desenvolverse solos, lo cual les exigiría, si cabe, un mayor esfuerzo y dedicación.

Sólo tengo una excepción a comentar: por motivos televisivos y de espectáculo, podría llegar a entender que los entrenadores en pista animan las retransmisiones y eso no lo podemos olvidar. Hay que ser conscientes de que deporte y espectáculo deben convivir.

Javier Casadesús

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