En los tiempos que corren, la profesionalización de los entrenadores en cualquier deporte está a la orden del día… Y el pádel no iba a ser menos. Todos los Profesionales Top están entrenados por técnicos cualificados que, en la mayor parte de los casos, son ex jugadores, como pueden ser Ramiro Choya o Leo Padovani. No te pierdas este interesante artículo que encontramos en el número 31 de la Revista Digital TopPádel 360.

Padel World Press .- Un buen monitor de pádel o entrenador, como prefieran llamarlo, no es esa persona que se coloca detrás de un carro de bolas y se dedica a lanzárselas a sus alumnos. La figura de un técnico de pádel en el banquillo es vital entre los jugadores profesionales y, si me apuras, no sólo para aquellos que viven de este deporte sino también para aquellos menores que compiten por toda la península. En ambos casos la presencia de un coach resulta primordial.

El entrenador de pádel debe ser la persona que lleve el tiempo de los descansos y tiene que convertirse en el principal actor de esa escena. Eso no significa que no pueda compartir impresiones con sus pupilos, todo lo contrario. A lo que nos referimos es a que debe ser él quien lleve el hilo de la conversación. Un buen monitor o monitora de pádel tiene que tener unas características muy concretas para destacar en esta profesión. A continuación reflexionamos sobre algunas que nos parecen fundamentales.

El Decálogo de un buen entrenador

1.- Tener un entendimiento profundo sobre el pádel, desde las habilidades fundamentales a las tácticas y estrategias avanzadas. Además, y no menos importante aunque a veces se deje a un lado, el técnico debe entender las reglas del juego. Un buen monitor de pádel siempre busca información nueva, sigue aprendiendo sobre nuevas técnicas de entrenamiento, asiste a cursos o seminarios y busca consejos de otros entrenadores y jugadores exitosos. Un buen monitor está comprometido con su profesión. Se tiene que ver que le gusta lo que hace, disfruta con su trabajo y lo sabe transmitir a sus jugadores. Debe tener una formación académica especializada y acreditada, ser un buen comunicador, reflexivo, analítico y metódico.

2.- Saber inculcarle al jugador el concepto de progresión en el trabajo. Aunque somos conscientes que, a nivel profesional ‘sólo vale ganar’, también es muy importante trazarse el objetivo de mejorar día a día, sobre todo en categorías inferiores.

3.- Saber aplicar en todo momento refuerzos positivos a la hora de motivar al jugador. Cualquier mejora, cualquier avance que se produzca por pequeño que sea, debe de hacerlo patente para que a su pupilo le sirva de estímulo, en especial si se trata de alguien que se está iniciando en el mundo del pádel. El optimismo es fundamental y, por eso, es muy importante saber hacer ver el lado positivo de las cosas, sobre todo en las derrotas o cuando las cosas no salen todo lo bien que uno quisiera. El entrenador debe mantener una actitud positiva para que sus jugadores la emulen.

4.- Saber corregir principalmente cuando se trabaja con jugadores jóvenes. No se trata sólo de entrenar y cumplir un plan establecido… Hay que estar pendiente de los errores que se cometen y hacérselos ver al jugador para que no los vuelva a repetir. Hay que ser comprensivo con esos fallos y más aún cuando quien los comete hace todo lo posible por intentar hacerlo bien.

5.- No ser un dictador. Las cosas no se hacen ‘porque a mí me da la gana’. Se debe explicar con todo lujo de detalles el trabajo que se va a realizar, qué se pretende conseguir y, cómo no, ‘convencer’ de su eficacia. Hacer que los entrenamientos sean divertidos y desafiantes. Un buen entrenador es capaz de comunicarse de manera efectiva con sus jugadores.

6.- Tener las ideas claras. No confundir a los jugadores con cambios continuos, que al final les lleven a la desorientación. Es muy importante dotar al jugador de un ‘estilo propio’ e ir perfeccionándolo cada día. Eso siempre es mucho mejor que estar realizando cambios continuos y empezando cada vez de cero. Saber concretar a la hora de dar instrucciones a los jugadores, en especial durante la disputa de los partidos. No se debe de agobiar al jugador con un exceso de información ya que muchas veces se consigue el efecto contrario a lo que se pretende y, en vez de aclarar, lo que se consigue es confundir. Hay que ser concreto e ‘ir al grano’. Tiene que ser capaz de proveer instrucciones y respuestas claras, de reformular instrucciones si los jugadores no las entienden y de utilizar un lenguaje respetuoso con sus jugadores.

7.- Ser un buen motivador. Alguien que es capaz de trazar un plan para ayudar a que los jugadores consigan metas. Esto incluye ayudar al jugador a creer en sí mismo.

8.- Ser realista a la hora de fijar objetivos. Hay que tener siempre los pies en el suelo y no marcarse metas imposibles de cumplir. No se puede prometer lo que no se puede o debe conseguir.

9.- Ser creíble. Al jugador no hay que engañarlo con falsas promesas. Cuando se promete algo hay que cumplirlo. En caso contrario, es mejor no decir nada porque si el entrenador pierde su credibilidad ante el jugador eso le va a perjudicar enormemente en su trabajo.

10.- Tener un aspecto adecuado de acuerdo a la actividad que desempeña. Muchas veces el entrenador descuida su forma física y su aspecto por ejemplo con exceso de peso, proyectando una imagen negativa antes sus jugadores, ¿Cómo les vas a pedir a sus jugadores que corran y se esfuercen cuando tú eres incapaz de mantenerte mínimamente en forma? Un buen entrenador lidera con el ejemplo.

Juan Villar

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