Los compañeros de Padelazo nos ofrecen este emotivo artículo, en el que rescatan un detalle que llamó mucho su atención pese a que pudo pasar desapercibido para muchos aficionados. Un gesto que no hace sino acrecentar la figura del actual número 1 de mundo.  

Padel World Press .- Aquella era su voz, que rebotaba entre las paredes de la Plaza Mayor, que se filtraba a duras penas por el fallido micrófono de la organización y que aún así alcanzaba al público presente.

En efecto, aquellas eran palabras suyas. Su timbre, su tono, su acento, todo sonaba a él excepto el mensaje que, por excepcional, parecía era impropio de tal protagonista.

“Me gustaría irme de Valladolid pidiéndole un favor a la gente”. Tras más media vida entregado al pádel, derrochando esfuerzo, exhibiendo talento, ahora era él, Fernando Belasteguín, quien por primera se atrevía a pedir algo. “Que por favor (el público) grite ‘Lima Lima’ o ‘Bela Bela’ como gritaron a nuestros adversarios, para irme con un buen sabor de boca. Aunque se lo tengamos que pedir por favor”.

Hasta ese instante, no había bastado la enésima exhibición del 14 años número uno. No había sido suficiente un ejercicio prodigioso de pádel a casi 40 grados para imponerse ante dos fabulosos adversarios. No habían sido motivos tampoco el quinto título del año, la conquista número 200 para el argentino, ni siquiera los espectaculares puntos que protagonizó durante un encuentro que sostuvo en sus manos ante la irregular actuación de su fenomenal compañero.

Únicamente, tras la petición expresa de Bela, tras su ruego público, fue la grada condescendiente y, por primera vez, accedió a gritar los nombres de los números uno, de nuevo campeones.

El público, del que siempre se dice que es soberano, no había tenido reparos en alentar a sus rivales, con pronunciamiento expreso y notorio para el mago Sanyo durante la final. Ocurrió también hace unos días en la final de Mallorca con la afición rendida a Cristian Gutiérrez. Ha pasado en multitud de ocasiones con Paquito Navarro. Y con Miguel Lamperti. Por supuesto, con Juan Martín Díaz. Y con tantos otros.

Pero no con Bela. Cierto es que el argentino no aspira a ello. Las ovaciones y los títulos no figuran en el radar de sus objetivos. Lo capital, lo verdaderamente sustancial para él ocurre siempre dentro de la pista. Ahí, el de Pehuajó es único.

Sin embargo, esta vez, por una vez, Bela decidió levantar la vista y mirar al graderío. ¿Debilidad? ¿Ego? ¿Cierta envidia? Nada de ello es propio de quien es leyenda indiscutible. La petición de Belasteguín, en realidad, fue su enésimo favor al padel, un deporte nuevo cuyo público crece en cifras pero no de la misma manera en conocimiento. Predomina la pasión por el espectáculo que la comprensión del juego. Se recompensa la espectacularidad y se ningunea la eficacia.

Dijo Bela en Padel World Press, tras los cuartos de final, que el referente debía ser el tenis y no el fútbol. Pero es que incluso en el deporte rey es posible asistir a ovaciones hacia rivales en campos ajenos. Bastantes episodios hay en su historia en los que la afición aparca sus emociones para deleitarse con el talento, para recompensar el esfuerzo, sin atender al pasaporte ni al escudo.

En el pádel, Belasteguín juega siempre de visitante. Así lo decide el soberano desde hace tiempo y así lo acepta el jugador. Su triunfo, por tanto, es siempre doble. Una conquista del título y también del favor de un público que elige a cualquiera antes que a él y acaba rendido suspirando por una foto o un autógrafo. Esta vez, en Valladolid, Bela alzó la voz. No fue un reproche sino un ruego. Y encerrado en él, todo un regalo a los aficionados, una nueva contribución al pádel.

Cualquier espectador tiene libertad para establecer sus preferencias, para dirigir su aliento. Pero negar el reconocimiento a quien lo merece es un tipo de ceguera que el pádel no debe permitirse.

En cuartos de final, los números uno se enfrentaron a otra sensacional pareja: Mieres y Lamperti. El Canoso, siempre excitado, se mostró todavía más hiperactivo en la pista, con el juez-árbitro y con la grada. Sus reclamaciones por el saque irregularmente alto de Pablo Lima acabaron obteniendo recompensa y se cobraron una falta del brasileño. Llevaba razón el de Bahía Blanca y así lo reconoció el público.

La cuestión es que varios de los saques de Lamperti en ese mismo encuentro superaron el límite de altura permitido (se apreció incluso a través de la retransmisión online). La grada, sin embargo, se enganchó al carisma del genial jugador argentino y obvió lo demás. A los números 1 se les niegan las argucias que a otros le son válidas. Otra condena irrevocable.

El saque de Miguel Lamperti

Así que, tras la final de Valladolid, la grada escuchó al número uno pedir su agradecimiento para su compañero y para él. Por más que pronunciara sus nombres, la intención de Bela era otra bien distinta.

Su reclamación encerraba en sí mismo todo un acto de justicia, un aviso a la propia afición: tal como los jugadores tienen la exigencia permanente de ser mejores, el público del pádel debe también aspirar a mejorar su percepción y comprensión del juego. Y ello es compatible, desde luego, con la pasión pero no con la ceguera.

Así que el domingo, Bela aunque habló de Bela (y de Lima) puso en valor a todos aquellos que hoy sacrifican todo y se entregan entre cuatro paredes para cumplir sus sueños y regalar espectáculo, puso el foco en quienes mañana serán capaces de levantar los brazos tras la última bola o, llegado el caso, saldrán de la pista con la cabeza alta tras dar el máximo.

A pie de pista, en mitad de la Plaza Mayor de Valladolid, el mensaje del de Pehuajó, al público de hoy y, sobre todo, al de mañana, fue claro: no basta con disfrutar del espectáculo; comprender el juego, apreciar sus matices os llevará a sentir este deporte y eso lo hará, os hará, más grande.

La contribución de Belasteguín al pádel, al de ayer, al de hoy y al de mañana, difícilmente será ponderada. No, desde luego, en su totalidad. Su aportación trasciende el tiempo. No es una cuestión de estilo, ni de títulos, ni de talento, por más que le sobre. Son asuntos más importantes. Es espíritu. Es comprensión del juego.

En esa línea, el favor de Bela en Valladolid no fue el que pidió al público sino el que concedió, para que también los aficionados sean cada vez mejores, como el pádel, como Fernando Belasteguín.

Padelazo

Imagen: Arko Sports   

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