La genial jugadora argentina ha vuelto a experimentar una sensación que ya tenía un poco olvidada. Combativa, luchadora, inconformista y con un carácter ganador impresionante, la de Paraná (Entre Ríos) por fin pudo levantar los brazos en señal de triunfo junto a Marta Marrero.

Padel World Press .- Ante el elevado número de espectadores que llenaban por completo las gradas del Ágora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, Cata y su compañero cerraron la temporada de la mejor manera posible: con su primer título como pareja y con la certeza de que, por fin, el gran trabajo realizado había recibido su recompensa.

Tal y como admitió la propia jugadora a los compañeros de World Pádel Tour: “Fue una sensación extraña. Te notas como en una nube una vez que acabas el partido”.

En una semana muy intensa a nivel profesional y personal, Cata celebró el cuarto cumpleaños de su hija Valentina, un faro para no perder el norte, una motivación para seguir trabajando… Una razón para apreciar las cosas que realmente importan en la vida: “Mi hija es mi debilidad y mi fortaleza. Me hace medir todos mis logros deportivos en su justa medida. Como es evidente, le doy importancia a lo que hemos conseguido pero no dejo que se me suba a la cabeza. Ella me mantiene con los pies en el suelo. Ser madre te enseña a medir todo lo que te rodea de una manera diferente”.

Un cambio radical

Los aficionados al pádel saben que la carrera de la argentina tiene un antes y un después con una fecha señalada en rojo… Y es que en el año 2009 decidió colgar la pala: “porque tenía muy claro que quería ser madre. Fue algo muy meditad porque yo necesito practicar deporte y tuve que estar un año sin competir”. Como en el caso de otras muchas deportistas de élite, no abandonó por completo la práctica deportiva por su embarazo. “Consulté con la ginecóloga y, tras valorar mi caso, me permitió continuar con un entrenamiento específico”.

Lo más duro vino después, cuando tras un año dedicada en cuerpo y alma a la pequeña Valentina, pensó que ya era el momento de volver a la competir. “Yo tenía mucho miedo a la depresión post-parto de la que tanto oyes hablar. Cuando nace tu hijo, toda tu vida cambia y es complicado recuperar lo que tenías antes”.

A los seis meses, Valentina empezó a ir a la guardería y Cata Tenorio recuperó, poco a poco, su rutina en el club. “No habría sido posible sin los patrocinadores que me permitieron dedicarle mucho tiempo a Valentina”. Y tampoco sin su esposo, con el que se casó en 1998 y que fue una pieza clave en su regreso a la alta competición. “Cuando tengo torneo estoy tranquila porque sé que Valentina está con su padre. Eso hace que pueda concentrarme mejor en el partido”.

Esa calma ha hecho que vuelva a ser esa luchadora incansable, esa guerrera irreductible que sueña con metas muy ambiciosas para 2015: “Ahora nos queda pelear por ganar el Másters y seguir entrenando para el año que viene poder vernos las caras con la gente que lleva más tiempo junta”.

Lo único seguro que Valentina seguirá creciendo viendo a su madre desde las gradas.

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